domingo, 27 de febrero de 2011

Café para dos

Las seis y treinta y cuatro, hace cuatro minutos que ha sonado el despertador. Se despierta, se acomoda sobre la cama y busca sus zapatillas. Se levanta, prepara el café para dos, él aún sigue durmiendo. Mientras el café se hace ella se coloca la blusa blanca, la chaqueta y el pantalón gris de ayer. Se mira en el espejo, sus ojos tristes se apoderan de aquel reflejo. Otra vez esas malditas ojeras, está harta de tener que levantarse y pensar que le queda media hora de carretera para llegar al trabajo. Ese trabajo. Está cansada de ese trabajo. Le gustaría tanto tener que levantarse y hacer cosas que le llenen verdaderamente. La cafetera está sonando, el café está listo. Lo echa en dos tacitas. Bastante cargado para ella, para él no tanto. Se acerca al bulto que está en la cama y se lo deja en la mesilla. Hasta luego, nos vemos a la tarde. Un balbuceo contesta mientras ella abandona el dormitorio. Son algo más de las siete y ella se dirige hacia el coche, todavía es de noche…

Media hora después llega a las oficinas donde trabaja. Allí le esperan un par de ordenadores y con suerte una mesa entera llena de papeles. -Buenos días- Se acomoda en la silla, desde su ventana observa jóvenes con mochilas medio dormidos cruzando la calle. Pero una sonrisa aparece en sus caras cuando al doblar la calle se encuentran con sus compañeros.


"Es una locura no poder estudiar lo que quieres, pero más locura es aún, estudiar lo que no quieres"

Por eso, hay que vivir para tener un fin, que realmente ese fin es un trayecto. Y lo bonito que es levantarte y decir: me siento afortunada de despertarme y hacer lo que realmente quiero, ésta es mi vida y no la cambiaría por alguna otra.

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